¿De qué forma podríamos aplicar la genómica de manera que tuviera un impacto en la
salud? Fue la pregunta que se planteó hace siete años el investigador Xavier Soberón
Mainero, coordinador general del Centro de Ciencias de la Complejidad de la UNAM (C3).
Junto con su estudiante de maestría Omar Cruz, el doctor en investigación biomédica y
también investigador del Instituto de Biotecnología de la UNAM inició un proyecto de
investigación para medir el impacto que tienen algunas enfermedades en la sociedad y
decidió estudiar la tuberculosis desde un enfoque genómico para diseñar un sistema de
diagnóstico.
Hay muchas razones que hacen de la tuberculosis un problema de salud latente en México
y otros países de América Latina. Es una enfermedad que ataca principalmente a los
pulmones, aunque también puede afectar a otros órganos del cuerpo. Se transmite por aire
y la mayoría de las personas infectadas no tienen síntomas, sin embargo, algunas pueden
presentar tos o fiebre. Según datos
de la Organización Mundial de la Salud (OMS), tan solo
en 2021, 10.6 millones de personas en todo el mundo enfermaron de tuberculosis y 1.6
millones de personas murieron por esta misma razón.
En México, según el titular del
Centro Nacional de Programas Preventivos y Control de
Enfermedades (CENAPRECE) de la Secretaría de Salud, Ruy López Ridaura, se registran
más de 28 mil casos de tuberculosis al año y 30 por ciento de las personas portadoras lo
desconoce debido, precisamente, a la ausencia de síntomas.
Además, hay retos para diagnosticarla de manera adecuada y, sobre todo, para tratarla. El
tratamiento de la tuberculosis generalmente implica una terapia combinada de
medicamentos de primera línea, como la isoniazida, rifampicina, pirazinamida, etambutol.
Sin embargo, el éxito del tratamiento depende de la sensibilidad o resistencia a los distintos
antibióticos.
“Por ejemplo, si llega una persona a la clínica, referida por tuberculosis, quizá lleva un rato
que no le habían diagnosticado bien lo que tenía hasta ese momento, le dan su tratamiento
que llevará meses y si el tratamiento está mal diseñado, no será exitoso y, por el contrario,
se fomentará una resistencia a los antibióticos que le dieron, por ello es importantísimo para
los clínicos diagnosticar bien desde la primera vez y dar un tratamiento lo más adecuado
para la persona”, explicó Soberón.
Esta problemática fue la que inspiró al investigador Xavier Soberón para proponer una
alternativa gracias al uso de la genómica. Presentó parte de sus resultados en el seminario
de Biología de Sistemas en el Centro de Ciencias de la Complejidad (C3) con una
conferencia titulada “Aplicación de la genómica al diagnóstico: la resistencia a
antimicrobianos en tuberculosis”, el pasado 3 de mayo del 2023.
Un método más eficiente
Para poder tener tratamientos óptimos contra la tuberculosis, primero se necesita conocer a
la bacteria que la provoca. La causa de esta enfermedad es un bacilo (o bacteria de forma
alargada) conocido como Mycobacterium tuberculosis. Tradicionalmente, se analiza este
bacilo a través de la microbiología convencional. Se toma una muestra de esputo (la
mucosidad producida en los pulmones), se cultiva e incuba durante varios días, incluso,
semanas, para luego identificarla y observar su susceptibilidad a antibióticos. Después de
algunas semanas, con esa información se puede identificar si se trata de una especie o un
subtipo específico. Aunque es útil, el procedimiento requiere de mucho tiempo para tener
los resultados.
Por eso, la propuesta de
Soberón y su equipo de trabajo
consiste en desarrollar un nuevo
método basado en la secuenciación masivamente paralela (también llamada Next
Generation Sequencing) con el fin de lograr la información de los genes de la bacteria sin
necesidad de cultivarla.
Se trata del aplicar a la tuberculosis lo que se conoce como la genómica: el estudio del
conjunto completo de genes presentes en el ADN de un organismo, lo cual permite detectar
la genética de virus o bacterias que provocan enfermedades para poder detectar su patrón
de resistencia y proponer tratamientos.
El método de este grupo de investigadores consiste en tomar una muestra de la
expectoración, realizar una purificación de ácidos nucleicos y, en un paso fundamental,
capturar selectivamente cientos de diferentes fragmentos del DNA bacteriano, en los cuales
residen los determinantes de resistencia a antibióticos. En este paso, se simplifica
drásticamente la complejidad para analizar, especialmente porque elimina DNA humano.
“En este tipo de muestras entre el 90% y 95% está constituido por DNA humano, así que el
reto real es cómo nos deshacemos de él para atrapar el puro DNA de las bacterias. De
manera que el centro de la innovación de este método consiste justamente en capturarlo y
demostrar que se pudo capturarlo bien”, dice Soberón.
Una vez que se logra este subconjunto de genes, se realiza la secuenciación y, con la
ayuda de la bioinformática, se realiza su identificación, susceptibilidad y tipificación, en un
proceso que dura entre 12 y 18 horas.
Cuando los resultados derivados de la secuenciación se comparan con los resultados
obtenidos de las técnicas convencionales (microbiológicas o moleculares simples) los
resultados son comparables en precisión, pero de mucho mayor alcance, esto quiere decir
que “en un solo experimento, se determina la resistencia a todos los antibióticos y se define
la cepa o variedad de Mycobacterium de la que se trata la infección”, dice el coordinador
general del C3.
Algo que ha hecho que este proceso sea tan eficiente es que “la secuenciación del ADN se
abarató un millón de veces a partir de que terminó el Proyecto Genoma Humano. No hay
ninguna tecnología en la historia de la humanidad que haya progresado tan rápido”, dijo
Soberón Mainero.
Una de las ventajas de este método es que es reproducible desde el hospital, donde se
realizaría la extracción del ADN y, luego, esta muestra se mandaría a un laboratorio central
para hacer la captura, la secuenciación y el análisis bioinformático correspondiente, el cual
se podrá ir actualizando fácilmente, independientemente de los nuevos antibióticos que se
vayan creando.
Este nuevo proceso puede aportar dos beneficios al diagnóstico y tratamiento de la
tuberculosis: el primero es que se reduciría considerablemente el tiempo en el que se le
diagnostica, de forma correcta y precisa, la enfermedad al paciente; y segundo, los
tratamientos serían más eficaces, pues al obtener más información, como qué tan
susceptible es a ciertos antibióticos, el esquema de tratamiento se adecuaría mejor al
paciente.
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